Ex libris by Ross King

Ex libris by Ross King

autor:Ross King [King, Ross]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 1997-12-31T16:00:00+00:00


CAPÍTULO DÉCIMO

Desde las aguas del Elba en Cuxhaven, el Bellerophon se dirigió al oeste a lo largo de las Islas Frisias, pasando por delante de cadenas de nevados saladares y diques, de bancos de arena y malecones que se proyectaban como costillas en las grises aguas del mar. Navegó en aguas poco profundas, de diez brazas, durante casi un día entero, siguiendo un rumbo sudoeste cuarta al sur, abandonó la costa holandesa al alba del segundo día y, soltando más velamen, captó un viento fuerte y enfiló su proa hacia Inglaterra. El capitán Quilter, atisbando por su catalejo, divisó la costa desde la pasarela dos horas más tarde. Todo marchaba según lo previsto. Bajó la lente y la devolvió al bolsillo de su chaqueta de lona. Dentro de ocho horas, si todo iba bien, llegarían al Nore y, fondeando, al Albatross.

Pero a partir de ese momento nada iría bien en el viaje. Más tarde, haciendo el inventario del desastre, el capitán Quilter echaría la culpa no solamente a su propia avaricia —su codicia por los dos mil reichsthalers— sino, más incluso, a la ignorancia de su tripulación. No a ignorancia de su tarea, porque siempre reclutaba a los marineros más capaces y experimentados, sino a la primitiva ignorancia que alimentaba las peores supersticiones en hombres expuestos a la crueldad de los elementos. Sí, los marineros eran una gente supersticiosa; no había manera de evitar ese hecho. Quilter siempre los había visto en sus extraños rituales en el Golden Grapes, comprando horribles amuletos de la buena suerte —los redaños de un recién nacido— a viejas arpías que correteaban por las tabernas situadas junto al puerto. Los hombres creían con cierta extraviada curiosa fe que una de aquellas apergaminadas membranas (o lo que Quilter sospechaba que eran realmente vejigas de cerdo) los salvaría de morir ahogados. Y un día, cuando el Bellerophon se encontraba encalmado en la Bahía Dvina, descubrió a un furtivo grupo de hombres que murmuraban un cántico y luego arrojaban una escoba por encima de la barandilla de popa, ¡como si una acción tan insignificante como ésa, y no (como todos los hombres instruidos sabían) el movimiento de las estrellas en los cielos, o la rotación de la tierra, o la conjunción de los planetas, o un eclipse, o la salida de Orión o Arturo, o media docena de otros rituales celestiales que se encontraban más allá del tenue arco del comportamiento humano, pudiera causar un cambio en una fuerza tan poderosa e impredecible como el viento!

Luego, por supuesto, resonaron los tañidos de las campanas de la iglesia. Su fantasmal repiqueteo fue oído en la cubierta superior mientras el Bellerophon se deslizaba por delante de Cuxhaven… un signo seguro, cabía suponer, de que el barco y su tripulación sufriría alguna desgracia, porque no había ningún presagio tan terrible para un marinero como el sonido de campanas de iglesia en el mar. Al día siguiente el médico del barco subía desde la caseta del timón para informar de que tres de los miembros de la tripulación habían caído enfermos con fiebre.



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